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Tenemos invento autóctono en la tele: se llama La caja y es un reality psicológico. Lo emite Telecinco y ya ha suscitado una protesta formal de los colegios oficiales de psicólogos. Es sugestivo que en España inventemos cosas así. Además de la paella y del gazpacho -insuperables-, la inventiva española brilla por el Talgo, en el siglo XX, y la máquina de vapor a principios del XVII, que por entonces fue cuando la patentó el navarro Jerónimo de Ayanz.

Nos faltaban inventos autóctonos en el mundo televisivo y La Fábrica de la Tele ha venido a llenar el hueco con este La caja, formato que ya se ha vendido a varios países y que promete ser muy rentable. La cosa consiste en lo siguiente: una persona del común, flagelada por serios problemas psíquicos o anímicos, se somete a una terapia de choque ante el público y también ante los "asesores" del programa.

Después de contar su historia, los asesores -psicólogos- hacen algo que se parece a un diagnóstico. En teoría, los consejos de los profesionales deberían ser, cuando menos, útiles para el protagonista o para el propio público. Aquí es donde entra la polémica profesional, y por eso los colegios han puesto el grito en el cielo mientras, por su lado, los responsables de La caja insisten en que las cosas que allí se digan en modo alguno pueden sustituir a una buena terapia.

Los psicólogos temen por su negocio, y es natural; aunque, a decir verdad, en una sociedad como la nuestra es tal vez éste uno de los negocios que menos va a sentir la crisis. Recuerdo una escena de Cocodrilo Dundee -siento que la referencia sea tan poco exquisita- en la que Cocodrilo y su novia conversan sobre la superabundancia de psicólogos en Nueva York. El selvático australiano responde que en su pueblo no hay psicólogos: el que tiene un problema se lo cuenta a la tabernera, esta se lo cuenta al resto del pueblo y se acabó el problema.

Con esto no quiero minusvalorar el trabajo de los psicólogos, evidentemente, sino ponderar hasta qué punto se trata de un fenómeno típicamente moderno. En cuanto al programa, la otra mañana anduve estudiando los vídeos que circulan por ahí. La verdad es que el escenario es bastante siniestro. Ese cubículo donde se hace entrar al invitado -literalmente una caja, que por eso se llama así- evoca de alguna manera la oscura estancia donde, según los relatos masónicos, el neófito debía meditar antes de convertirse en un hombre nuevo. Sólo falta la calavera. La pregunta es si la gente que acude al programa espera una ayuda, y cuál no será su grado de desesperación para buscarla en una exhibición pública. De eso hablaremos con conocimiento de causa dentro de unas semanas.

JOSÉ JAVIER ESPARZA

2 comentarios

veranin -

lo siento me parece fatal ese programa y a lo que pueden llegar por hacer audiencia. no lo apoyo, un saludo.

todos a la caja -

animo yolanda y suerte en tu blog, espero que te vaya bien, te recomiendo el articulo de la caja que han publicado en interviu, ya te veo el martes en la tele